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Victoria Camps: «El poder en sí no es malo»

Antes de que impartiera una charla sobre 'El siglo de las mujeres', Rivas al Día entrevistó en noviembre de 2006 a la pensadora barcelonesa, referente intelectual del país.

Victoria Camps:

«El pensamiento único es cómodo para los dirigentes»

Entrevista: Nacho Abad Andújar /

  • Publicada en ‘Rivas al Día’ de noviembre de 2006

Su voz se escucha cuando se discute sobre ética y sociedad. Y lo mismo habla de problemas políticos o sociales que de la televisión pública. En Rivas lo hará sobre las desigualdades de género y la lucha femenina. Victoria Camps, barcelonesa de 55 años, es catedrática de Ética de la Universidad Autónoma de Barcelona y vicepresidenta del Consejo Audiovisual de Cataluña. El miércoles 15 de noviembre [de 2006] llega a Rivas para dar una charla en el ciclo de conferencias ‘El mundo en que vivimos’. Su tema: ‘El siglo de las mujeres’.

Ex senadora socialista independiente (1993-1996), autora de ensayos como ‘La imaginación ética’ o ‘Virtudes públicas’, referente académico en el campo de la ética, lúcida y didáctica pro vocación, Camps formó parte del comité de sabios que el Gobierno Zapatero promovió para reformar los medios de comunicación de carácter estatal.

Aunque viene a Rivas para hablar sobre la mujer y su lucha por alcanzar la igualdad, charlar con ella supone una ocasión estupenda para abordar aspectos claves que ayuden a comprender mejor el mundo que habitamos: el poder, la política o la amnesia social que aletarga las conciencias.

El siglo XX fue el siglo de las mujeres, pero todavía es un tema pendiente, ante el cual no valen aptitudes pacientes.

El siglo XXI debería rematar lo que se empezó en el siglo XX. Lo ideal sería que no hubiera que hablar, ya más, del tema de la mujer como algo problemático, sino que, por fin, la igualdad entre hombres y mujeres estuviera conseguida.

La conquista de los derechos de las mujeres, ¿pasa por que los hombres pierdan privilegios?

Evidentemente. Si hay que repartir el trabajo, hay que repartir las obligaciones y las ventajas que se derivan de esas obligaciones. Muchas de las obligaciones han estado concentradas en una parte. Tener que repartirlas significa perder ciertos privilegios.

El machismo no sólo se manifiesta en conductas perversas como la violencia contra las mujeres. Los micromachismos, por ejemplo, son aptitudes cotidianas que refuerzan la desigualdad. ¿Cómo se puede hacer ver que ése es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sociedad?

A un nivel teórico es relativamente fácil. Lo más complicado es hacerlo ver de forma que las aptitudes empiecen a cambiar. Ante casos graves, incluso asesinatos, todo el mundo piensa: ‘Bueno, yo no soy así, esto no va conmigo’. Pero el caldo de cultivo de esas conductas tan extremas está en todas partes, casi podríamos decir que en todas las casas. Y el hombre actúa, aún hoy, con cierto resentimiento cuando se da cuenta de que hay que cambiar, que la mujer reclama su libertad e independencia, aspirando a satisfacer las reivindicaciones que ha hecho siempre el hombre.

El poder está contaminado de masculinidad. La llegada de la mujer a puestos de responsabilidad, ¿puede revertir la situación?

El poder en sí no es malo. Tener poder no tiene por qué ser negativo en principio. Lo malo es la dominación, es decir, utilizar ese poder para dominar a otros. Entonces sí me parece perfectamente legítimo que la mujer quiera alcanzar situaciones de más poder. Pero para ejercerlo de manera responsable, sin que se convierta en dominación de los demás, porque ella ha podido aprender de lo que ha vivido como víctima.

Pero poder y dominación, ¿no son muchas veces sinónimos?

Pero no siempre. Tener poder significa disponer de la posibilidad de hacer cosas. Por ejemplo, un presidente del gobierno tiene más poder que cualquiera de los ciudadanos. Pero el poder se puede utilizar de muchas maneras, poniéndose al servicio de la sociedad, para su bien. Y eso no tiene por qué ser dominio de los que están por debajo.

¿Y la progresión social de la mujer está transformando la realidad?

Ahí pongo un interrogante. No lo sé. Si están cambiando las cosas quizás nos falte perspectiva para averiguarlo. Pero creo que es una ocasión para que eso cambie.

¿Eres partidaria de la discriminación positiva?

Sí lo soy. Es una medida que no me hace muy feliz, no me acaba de gustar, porque no deja de ser una medida de desigualdad. Es justificable como medio para corregir una situación de inferioridad y de discriminación, pero no como fin en sí misma. Tiene que ser una medida muy transitoria.

Ética y poder. La política actual, ¿confunde el fin con los medios, es decir, vivimos tiempos en los que todo vale para conservar o mantener el poder?

Si se considera que el objetivo de la política es mantener el poder político a costa de cualquier precio, obviamente se están confundiendo los fines con los medios. Tener el poder es un medio para conseguir unos fines. Hay que transmitir el mensaje de que el poder no es más que el medio, no es algo que valga por sí mismo y haya que perseguirlo por sí mismo.

¿Y es ética la actitud de la oposición mayoritaria, empeñada en alimentar teorías conspiratorias para rescribir lo que sucedió el 11-M?

Si pensamos en la política como buena política, no, no es ético. Ni político, si quiera. La estrategia de la oposición es intentar descabalgar al adversario a costa de lo que sea. Y lo que evidencia es que ideas y propuestas propias no hay. Simplemente está la necesidad de acabar con el otro. Es una oposición que, a veces, utiliza recursos y argumentos que éticamente no se aguantan. Y creo que sigue una estrategia poco inteligente.

Vivimos en un mundo donde ciertos líderes mundiales dividen a los países en buenos y malos. ¿Los valores que ellos promulgan, democracia y libertad duradera, no son incompatibles con la metodología empleada para difundirlos, a base de bombazos y ocupaciones militares?

Por supuesto, y no sólo con la metodología, sino a veces con muchas prácticas que no son demasiado coherentes con lo que se predica. Entre la teoría y la práctica siempre ha habido una distancia. Y en el caso de los líderes políticos se pone más de manifiesto, porque el discurso teórico queda muchas veces desmentido por la forma en que se hacen las cosas.

Quizás nunca antes en la historia hubo tuvo tantas posibilidades de lograr un mundo más justo. El avance de la ciencia podría permitir que no hubiera hambre o epidemias. Precisamente por eso, ¿no resulta más indecente aún esa desigualdad?

Sí. Da cierto pudor hablar de justicia referida a unas cosas y, sin embargo, olvidarnos de ella para lo que debería ser la preocupación fundamental a nivel mundial. La globalización es un hecho. La desigualdad es tan grande, con países que viven con las dos terceras partes de la riqueza del mundo y países donde la gente se muere de hambre. Es inconcebible no saber poner los recursos técnicos, científicos y económicos al servicio de este problema, que debería ser un aspecto fundamental a resolver.

¿El pensamiento único es indestructible?

El pensamiento único es cómodo. Es cómodo para los dirigentes. Hoy es muy fácil manipular a las personas, a la opinión pública. Los medios de comunicación tienen mecanismos que hacen muy fácil introducir maneras de pensar, mensajes esteriotipados, interpretaciones de las cosas que no están contrastadas. Eso es una ventaja para los que mandan, para los dirigentes: que todo el mundo piense como ellos quieren que se piense. La comunicación es propaganda básicamente, y eso es lo que hace que el pensamiento único se instaure.

¿Por qué cuesta tanto encontrar referentes éticos sólidos?

Bueno, quizás escucharlos no cuesta mucho. Lo que cuesta es llevarlos a la práctica. El problema de la ética no es tanto el que existan, o que hayan dejado de existir, discursos éticos, sino que estos se queden en mero discurso. Ahí es donde hay que intervenir.

Nunca la sociedad dispuso de tanta información, pero esa información se nos presenta de una forma tan fragmentada y desestructurada que es inaprensible.

Sí, la información que nos dan los medios es muy simple, con muy poca profundidad, con pocas posibilidades de ahondar. La información enseguida pasa. Es verdad que estamos más informados, pero no es verdad que esa información se pueda convertir en un saber sobre las cosas, en verdadero conocimiento, porque es otra cosa lo que nos llega de la realidad.

La objetividad, en periodismo, no existe, pero cualquier periodista debe al menos informar con honestidad. ¿No hay medios que están incumpliendo esta máxima tratando de falsear los acontecimientos?

La objetividad no existe, pero hay que intentar acercarse a las cosas o explicarlas tal como son, de contrastar los datos que se tienen y no dar por válida cualquier información que llega de agencias.

Fue miembro del comité de sabios nombrado por el Gobierno para adecentar RTVE. ¿Tenemos la televisión pública que nos merecemos?

Bueno, yo no me atrevería a decir si nos la merecemos o no. No tenemos una televisión pública que se acerque a una televisión pública. No la tenemos por tres razones, que pusimos de manifiesto en el informe que hizo el comité. Uno es que está demasiado politizada y mal gestionada. Otra es que no está bien financiada. La última es que, teniendo que competir con las privadas, nunca las misiones de servicio público se han definido bien ni con cuidado.

¿Existen modelos de referencia?

Sí, existe un modelo británico, que suele ser el que se nombra siempre, pero hay otros que también son mejores que el nuestro: el alemán, por ejemplo. Victoria Camps. ‘El siglo de las mujeres’.

Miércoles, 15 noviembre de 2006. 19.30 horas. En CERPA (calle Picos de Urbión, s/n).

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